Imagino a Franz Kafka perdido en el insomnio entre sombras chinescas, en interrogatorios sin término, por pasadizos de niebla, de sopor y de angustia y sin voz, sin poder y sin ganas. ¡Tan frío!
Tamoto
¡Tan brutal en su obligada vigilia! ¡Tan incólume!
Blanca luna y plateada explanada. Un abrigo bien grueso y esa larga osamenta extraviada en la noche plateada.
Tan manso, tan débil. El equívoco monstruo.
Allá atrás, un castillo.