Todos estamos familiarizados con esa vocecilla interna que, de una manera u otra, nos boicotea: nunca llegarás a nada, nadie te quiere, no eres una buena madre, no mereces ser amado. Es posible que reprimir esos pensamientos ayude temporalmente y tal vez reduzca la frecuencia del dolor, pero no resuelve las emociones subyacentes, que se encuentran enraizadas en lo más profundo de nuestras mentes. Por más que intentemos pensar en positivo, esa voz crítica vuelve a emerger una y otra vez. La realidad es que no podemos cambiar la mayoría de nuestros pensamientos. En cambio, podemos relacionarnos de manera distinta con ellos. ¿Y si no hiciera falta acallar al crítico interior?¿Por que no desconfiar de nuestros propios pensamientos?