La historia de Manuel Quintín Lame es polisémica: puede evocarse como una historia de infamia, de heroísmo, de caudillismo, de caciquismo o de parroquialismo político. En las narrativas elitistas, aparece como una historia menor -folklórica si se quiere- de indios ladinizados luchando por una suerte de atavismo cultural anclado en ideas telúricas y premodernas. Por otra parte y dentro del contexto de las luchas agrarias, ha sido entendida como una forma de caudillismo en la que los objetivos de reivindicación de la propiedad colectiva de la tierra se desdibujan en la complejidad de la violencia política en Colombia y las luchas bipartidistas por el poder. La memoria moral impulsada por Lame, no obstante, le dio un nuevo aire a la tradición indígena de resistencia, a los símbolos, las prácticas de liderazgo visionario y las formas de autoridad. Si bien el movimiento social tuvo una difusión supraétnica, el legado de Lame es heterogéneo y multilocalizado en términos lingüísticos, territoriales y culturales. De allí que sea fundamental entenderlo tanto en su dimensión de ideología indigenista como en sus prácticas y sentidos culturales locales. En esta dimensión particular, esta historia nunca dejará de caminarse y narrarse. Esa es su vigencia.
Mónica L. Espinosa Arango, Prólogo