Ferran Sáez Mateu traza un recorrido desde la solitaria torre de Montaigne en el siglo XVI hasta la actualidad, marcada por tecnologías que nos fascinan aunque siempre exigen algo a cambio. nnLa intimidad es un lugar de la conciencia, un territorio de libertad; lejos está de ser una forma de recogimiento, o incluso de aislamiento. Por ese motivo, privacidad e intimidad son cosas muy distintas. u00abPrivatusu00bb no alude a lo que somos, sino a lo que tenemos y a cómo lo demarcamos; u00abintimusu00bb, en cambio, refiere a u00ablo que está más adentrou00bb, lo más profundo, es decir, el último límite.nnEl territorio de la intimidad, la penumbra del espíritu, propicia el surgimiento de la Modernidad. Aparece primero en la u00abpintura del you00bb que Montaigne delineó con sus u00abEnsayosu00bb, a la vez que fundaba este género literario, y se consolida filosóficamente casi un siglo más tarde, con el hallazgo del u00abcogitou00bb cartesiano. Esos dos espacios extremos de intimidad son los que nos hicieron verdaderamente modernos.nnFerran Sáez Mateu traza un recorrido desde la solitaria torre de Montaigne en el siglo XVI hasta la actualidad, marcada por tecnologías que nos fascinan aunque siempre exigen algo a cambio. En el camino asistimos a la renuncia dócil a nuestra privacidad, y a su corolario más preocupante: el potencial olvido y la pérdida de la intimidad.