Hamlet, como el resto de la obra esencial de Shakespeare, retoma lo trascendente de la cultura de la antigüedad pero está estructurada con la libertad y la apertura de horizontes del hombre del Renacimiento que inaugura la modernidad: el escenario ya no sólo representa el mundo inmóvil del mito, de la ideología y de la sumisión al poder, sino que los cuestiona. Escrita hacia 1602 cuando Shakespeare tenía treinta y ocho años, catorce antes de su muerte, y publicada por primera vez en 1604, la obra es precedida por veinticuatro piezas del poeta que ya sustentan una maestría no sólo literaria sino, precisamente, dramatúrgica, en la medida en que el autor tenía una larga y rica experiencia escénica en los diversos teatros de Londres donde trabajó. (?) Hamlet es, entonces, la obra de la madurez del oficio, del Arte, de un hombre todavía joven y de actividad prodigiosa, que aún producirá doce obras más de gran factura, sin contar la maravillosa obra en verso de los poemas y los sonetos. Shakespeare es, con todas las letras, un paradigma.