u00abu00bfLos meteoros? Nos hemos acostumbrado a llamar u201cmeteorosu201d únicamente a los astros errantes, las estrellas fugaces o los rayos. Ahora bien: todos los fenómenos que tienen lugar en la atmósfera responden a este hermoso nombre. El granizo, la niebla y los pétalos de la rosa de los vientos son meteoros, como lo son también la cencellada, la cellisca y el deshielo, el arco iris y el halo de la luna, y como lo son asimismo los silenciosos relámpagos de la canícula, en los que se libera la angustia de las noches de julio; meteoros son, por último, el arrebol del ocaso y los verdes centelleos del alba. Tras devolverles su verdadero nombre a todos estos semidioses alados, también tendremos que devolver a nuestros embotados sentidos su sutileza original. A partir de entonces, todos los placeres de los meteoros volverán a mostrarse accesibles para nosotrosu00bb. nnMarie Gevers pasó toda su infancia en la finca familiar de Missembourg u2014paraíso verde legendario ya en la historia de la literatura belgau2014: su casona, su estanque y su jardín son el marco de esta narración fulgurante. En este libro mágico y secreto, en esta joya escondida, caprichosa y llena de encanto, se narra la historia de una iniciación: la de una mirada entrenada para ver el lado misterioso de las cosas. A través de la amorosa observación de la naturaleza que la rodea, con una prosa evocadora y exquisita, y mejor que muchos tratados filosóficos, Marie Gevers nos incita a descubrir la inanidad de nuestros odios o la fragilidad de nuestras aspiraciones; nos devuelve sin cesar a lo esencial, que es el lento ascenso de la vida, a pesar de los cataclismos y los furores. u00abEl placer de los meteorosu00bb es una oda a la alegría, un elogio de la materialidad fugaz de los fenómenos: explorar, nombrar y compartir el júbilo de lo efímero para llevar con plenitud una existencia en perpetuo devenir.