En esta obra, Simmel sitúa el campo de investigación de esta disciplina como el espacio intermedio donde se produce el constante fluir de la interacción social, donde los encuentros generan actitudes y rituales, tanto en situaciones previstas como casuales y espontáneas. Es por ello que Simmel incluye en su perspectiva sociológica fenómenos hasta ese momento desatendidos, como el secreto, el amor, la amistad y la gratitud, entre otros. Al evitar el estilo científico académico, Simmel crea un nuevo tipo de ciencia, que partiendo de una interrogación epistemológica y ontológica es capaz de proporcionar estructuras cognitivas sólidas acerca de las formas empíricas de lo social. De ahí que su «sociología formal» desemboque en una «sociología filosófica», desde la que plantea tres grandes oposiciones no superadas: entre individuo y sociedad, entre libertad e igualdad y entre socialismo e individualismo. Integrar estos contrastes en una síntesis es la gran tarea del futuro.