Desde que comencé mi carrera como historiador no he hecho cosa distinta a estudiar la historia de Cartagena, hasta el punto de que, cuando me he dispuesto a tratar otros temas, he tenido a esta vieja ciudad en la mente. Siempre he tenido una sola y ambiciosa obsesión: intentar comprender, al menos en sus líneas generales, la intensa historia, variable y rica en acontecimientos, de este gran puerto del mar Caribe, fortaleza legendaria de los tiempos coloniales, centro financiero internacional y protector de fabulosas riquezas, hábitat de comerciantes internacionales y de piratas, de esclavizados africanos y de judíos audaces para los negocios.