El tratar de representar en imágenes los lados oscuros de nuestra condición humana, a través de relatos, imágenes y símbolos, supone un apasionante viaje tanto por esas zonas execradas como por los formatos histórico-culturales donde se forjan. Sin ser un tratado exhaustivo, sí da una buena idea de esta tarea. Buena bibliografía, aunque se extraña al ya imprescindible René Girard (Veo a Satán caer como el relámpago).
Jorge Echavarría
La imagen del diablo, su historia y la de sus secuaces infernales, ha sido una construcción colectiva desde hace 1.700 años. Lo interesante de este proceso es que es un intento por develar y aproximarse al lado oscuro de la humanidad. Lo que aterra del diablo y sus demonios es un reflejo de lo que a los hombres y mujeres les aterra de sí mismos y de las consecuencias de sus propios actos. Estos seres malignos reflejan de manera simbólica aspectos e impulsos humanos muy complejos de analizar desde el punto de vista eminentemente racional.
En esta biografía del ángel caído, Susana Castellanos de Zubiría, una experta en las representaciones del mal en el arte y la literatura, rastrea sus remotos orígenes en el zoroastrismo, del que bebió el judaísmo, hasta tomar forma en los escritos de los esenios. Y con el advenimiento de las religiones monoteístas Satanás se consolidó como símbolo y encarnación de mal y fue presentado de maneras muy diferentes en la Edad Media y el Renacimiento hasta convertirse en un ícono de la rebeldía en la cultura popular.