"Poeta mío entre los míos, lo que más celebro en él es la fiereza, esa amarra entre vida y poesía que llega a lo libérrimo, el tono, el tono, como dijo Vallejo, el epicentro de decir el Mundo. Tanta es la afinidad entre visión y lenguaje entre los dos... Leo y releo sus papeles y oigo al abismo en ellos, el tiempo, ese Nadie que tanto lo estremece. A caballo en su Nadie va y viene Juan Manuel y oigo el relincho hasta las estrellas". Gonzalo Rojas
Nadie es un personaje que me visita desde mi primer libro publicado en 1973, titulado Memoria del agua. A este personaje que como Ulises tiene mucho de elusivo y fingidor, se le deben muchas sombras y preguntas. La literatura y la poesía han hecho un centenar de pesquisas por el escurridizo Nadie, desde Homero hasta Rulfo. Me gusta su talante porque sin decirlo me recuerda que somos un conato de Nadies, un paréntesis entre la nada de antes de nacer y la de una irremediable desaparición. Como quien dice, resulta un vade retro a la soberbia. Si persona viene, perdón por la pedantería de la cita, del latín máscara, es esto lo que me atrae de escribirle cartas a seres de la ficción o a fantasmas desconocidos. Nadie entonces es el que fue, el que nunca será o el que dejó de haber sido. Nadie puede ser el conglomerado de los N.N, de los desaparecidos o de esos seres creados por la literatura que sin conocerlos nos acompañan y con quienes dialogamos a cada tanto como viejos conocidos. (Juan Manuel Roca)